La mayoría de las veces nos empeñamos en no ver la realidad sino – ver – nuestra realidad. Está delante de nuestros ojos la verdad, pero no la vemos ni la queremos ver. Y cerramos nuestra mente y nuestro corazón a cal y canto y no dejamos entrar sino lo que nos interesa, nos conviene y está de acuerdo con nuestra razón e intereses. De alguna forma nos sometemos a nuestros instintos primario y egoísmo. Quedamos prisioneros de nuestros apetitos, soberbia y vicios. Sí, realmente no somos libres, sino prisioneros y esclavos de nuestras pasiones. Y esa es, parece, nuestra realidad.
Y eso, o algo parecido, sucede con cada uno de nosotros cuando estamos delante de la propia Verdad. No somos capaces de ver, ni de oír, ni de hacer caso. Falla nuestra obediencia y, sobre todo nuestra fe. Maria Magdalena no esperaba la resurrección de Jesús. Su primera impresión y pensamiento fue que lo habían robado. ¿Es qué no esperaba la Resurrección de Jesús? ¿No lo había escuchado de Palabras del mismo Maestro? ¿Dónde estaba su pensamiento?
Cuando descubrió que el Cuerpo de Jesús no estaba en el sepulcro, corrió apresurada a comunicárselo a los apóstoles. ¡Habían robado el Cuerpo de Jesús! Y los apóstoles, que permanecían escondidos, llenos de miedo y temerosos de que les ocurriera algo, tampoco confiaban o esperaban que Jesús resucitara. Lo habían oído también de las propias Palabras del Maestro, pero no habían entendido o no lo podían creer. Sin embargo, corrieron a ver lo que pasaba, y, viendo el sepulcro vacío creyeron. No se podía deducir otra cosa, el Cuerpo del Maestro no estaba allí. ¡Y eso significaba que Jesús había Resucitado! Tuvieron que verlo para creer. Lo mismo que días más tarde ocurrió con Tomás.
Ahora, lo que verdaderamente interesa es, ¿qué piensas tú y que pienso yo? Y también, ¿qué pensamos todos? Porque, eso es lo importante y fundamental. María Magdalena y los apóstoles respondieron, y la prueba es que ahora nosotros lo sabemos por el testimonio y la fe que ellos nos ha transmitido. Ahora nos toca a nosotros decidir. ¿Crees que Jesús ha Resucitado, o simplemente, lo crees pero esa fe queda y está muerta en tu corazón? Porque, si la fe está viva tiene que notarse. Se mueve y se ve. Detrás de la fe está ese amor que Jesús te propone, y eso se ve y se nota.
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