Es necesario
pararse y pensar. La vida tiene un comienzo, pero también tiene un final.
Conocemos la existencia de nuestros antepasados y vemos como nuestros padres se
han ido yendo. Sus vidas terminan y de la misma manera también terminará la
nuestra. Por tanto, ¿no nos convendrá pararnos y pensar un poco en esta
realidad?
Interrogantes como
¿De dónde venimos? ¿a dónde vamos?, deberían estar presentes en el día a día de
nuestra vida. Una inquietud trascendente que nos mueva a preguntarnos ¿qué
hacemos y cual es nuestro fin y misión en este mundo? Porque, es indudable que
algo hay dentro de nosotros que nos mueve a buscar la paz, el gozo y la
felicidad. Y lo más notable y destacado es que ese deseo queremos que
permanezca y que sea eterno.
Ahora,
preguntarnos ¿a qué se debe esto? O formulado de otra manera: ¿Quién ha puesto
esa chispa o sentimiento de paz, gozo y eternidad dentro de nosotros? ¿Y quién
nos hace pensar que eso tendrá un final para dar paso a un comienzo? Evidentemente,
la Buena Noticia que Jesús nos trae coincide con ese sentimiento profundo que
arde dentro de cada persona humana.
Y es precisamente
de eso de lo que realmente nos habla el Evangelio de hoy jueves: (Lc 21,20-28): En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén cercada
por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que
estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que…
Y realmente los tiempos que estamos viviendo pueden empezar a parecerse a
todo eso de lo que habla hoy el Evangelio. Hay muchos lugares donde se están
produciendo fenómenos trágicos, terremotos, hambre y sed, cambios climáticos, guerras
y, como consecuencia, ansiedad y desesperación de mucha gente. El mundo avanza
en tecnología, pero retrocede en derechos y verdad. Prevalece la mentira, la
injusticia. y la falsedad. Y hay la sensación de que el hombre no se pregunta
¿qué está pasando?
Quizá conviene estar atentos a lo que nos dice el Señor al final del Evangelio: «Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca nuestra liberación». Sin embargo, en el Evangelio del martes – Lucas 21, 5-11 – nos dice que el fin no será enseguida. De cualquier manera, sabemos y se nos ha dicho que estemos preparados no se que nos suceda lo de aquellas cinco vírgenes – Mat 25, 1-13 – necias.
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