Mt 1, 18-24 |
Quedarnos en esas
consideraciones sería un gran peligro y una amenaza de estar cerca de perder el
sentido de nuestro ser como criatura de Dios y de ser indignos de merecer su
infinita misericordia y amor. Y es que todo es gratuidad por parte de Dios
hasta el punto de no entender que alcanzamos la salvación – felicidad y gozo
eterno – por su Misericordioso Amor.
Todo es Gracia y
Gratuidad. Y lo es porque precisamente nosotros no podemos. Todo es misterio inefable
que solo entenderemos por la Gracia de Dios. De alguna manera somos Zacarías que
nuestra creer y confiar en el Señor. Esa es nuestra prueba y nuestro reto,
abandonarnos en las manos del Señor y confiar en su Palabra. Una oración que
debe ser constante y permanente en nuestro corazón. Pedirle, insistentemente,
que aumente nuestra fe, nuestra débil y pequeña fe.
La cuestión es que somos estériles. Estériles como Isabel, no ya en el aspecto materno sino también en el espiritual. No damos los buenos frutos esperados. Todo depende de nuestro Padre Dios que nos sostiene y nos da ese ritmo de vida de amor misericordioso para que vivamos en su Palabra y tengamos un corazón manso y humilde como Él y demos los frutos buenos cargados de amor misericordiosos.
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