Es evidente, y
posiblemente se nos pasa por alto, tanto María como José fueron auxiliados en
la fe para que pudieran, si no entender, si aceptar en y por fe lo que el Señor
a través del ángel les comunicó. Señal inequívoca de que necesitamos el auxilio
del Espíritu Santo para poder aceptar por la fe el Misterio insondable de Dios,
su nacimiento asumiendo naturaleza humana y su habitar entre nosotros.
Todo lo que ocurrió,
tal y como queremos celebrarlo hoy, fue profetizado y anunciado. Dios se hace
presente pero su misterio es tan inaccesible para el hombre que necesita la
Gracia del Espíritu para poder creer en su Palabra y anunciarla. Pero, sin
embargo el hombre también tiene que poner de su parte en correspondencia y aras
de esos talentos recibidos que le dan capacidad de respuesta y, sobre todo, de
su libertad.
Desde esa actitud,
María nos enseña a confiar y obedecer en esa Palabra misterio que Dios nos
anuncia y para lo cual nos elegie. Ella, a pesar de no saber cómo, abre su
corazón a ese anuncio que recibe del ángel Gabriel. Por otro lado, San José, abrumado
por como se suceden y presentan los acontecimientos es un mar de dudas que a la
propuesta del ángel enviado que viene de Dios entiende y somete su voluntad a
la de Dios.
Obedecer y confiar, actitudes que nos trasmite y refleja María como someter tu voluntad para anteponer siempre y en primer lugar la Voluntad de Dios que nos testimonio José son actitudes que debemos guardar en plena disponibilidad para ponerla prestas al servicio de la Voluntad de Dios cuando nos sean requeridas.
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