Jesús trae la
novedad, pero no una novedad por moda o porque hay que cambiar, sino una
novedad que renueva lo sin sentido y ritual. El ayuno no es moda ni rito. Dios
no quiere ni nos pide sacrificio sino amor y reconocimiento de su Divinidad
misericordiosa. Dios busca y nos revela su amor misericordioso y, en
consecuencia, nos pide fe en Él y en su bondad. Quiere que despertemos a su
rescate de nuestra dignidad de hijos perdida por el pecado y quiere nuestra
libertad en sintonía con su Voluntad, que es el mejor regalo que podamos
conseguir.
Porque, su
Voluntad es nuestro bien y nuestra felicidad. Es, precisamente, lo que buscamos
aunque sin darnos cuenta y sin advertirlo. Pero, esa
felicidad que anhelamos está escondida en nuestro corazón, pero un corazón
misericordioso y compasivo. Ese es el Corazón de nuestro Padre Dios,
Misericordioso y Compasivo. Por tanto, si queremos acercarnos y ser semejantes
a Dios, a nuestro Padre Dios, tendremos que acercarnos a su Corazón. Tratar de
imitarle en el esfuerzo de hacer de nuestro pobre y pecador corazón un
corazón humilde, misericordioso y compasivo.
Por supuesto, eso
no lo podremos conseguir por nuestra cuenta ni con solo nuestro esfuerzo.
Necesitamos el concurso imprescindible del Espíritu Santo que, para eso, lo
hemos recibido en nuestro Bautismo. Y es ese el verdadero ayuno que nos pide
Dios. Un ayuno sacrificado en hacer su Voluntad. Una Voluntad que en muchos momentos
exigirá eso, abstinencias, renuncias, sacrificios y penitencias. Evidentemente,
no cuando estamos con Él – Novio – sino cuando la oscuridad nos lo quiere
arrebatar.
Hagamos de nuestro corazón un paño nuevo, un odre nuevo para instalar en él un vino nuevo para que quede en él la impronta del Corazón de Jesús..
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.