Siempre me he
preguntado qué pasa con la reacción de la gente ante la búsqueda del bien. En
estos días donde precisamente salimos de unas elecciones generales, ¿cómo es
posible que se vote a una persona que se abuchea y que ha gobernado mal? Pues
concluimos que no saben lo que votan. No entienden ni ven todo lo que este
Gobierno ha hecho. Sus corazones están embotados y endurecidos y no son capaces
de ver ni entender lo que está sucediendo. Sus votos tienen más un sentido
emocional que racional.
Y creo que lo
mismo sucede con respecto a Jesús. Sus contemporáneos no entendieron su mensaje
ni abrieron sus corazones a su Palabra. En la medida del recorrido de mi vida
he ido experimentando que mi fe, sin merecerlo, ha ido injertándose en mi
corazón. La semilla ha germinado y hundido sus raíces en la tierra de mi
corazón. Me siento un privilegiado, la fe ha ido creciendo hasta el punto de
asombrarme misteriosamente como en otros, incluso mi propia familia, no ha
echado raíces y no ven la presencia de Dios en sus vidas.
En muchos momentos
de mi vida, cuando el Espíritu me alumbra de una manera especial, surge en mí
ese interrogante ante personas serias, con capacidad y preparación intelectual
que no despiertan ni se interpelan por la presencia de Dios. Incluso, cuando han
sufrido – algunos ya fallecidos – alguna enfermedad no ha respondido a
plantearse ni ver la presencia de Dios en sus vidas.
¿Qué ocurre?, me
pregunto. ¿Cómo es posible que muchos, con una formación religiosa como la mía,
no se interpelan ni se inquietan por la presencia de Dios. ¿Qué sucede? Quizás
sea eso que dice Jesús hoy en el Evangelio: (Mt 13,10-17): En
aquel tiempo, acercándose los discípulos dijeron a Jesús: «¿Por qué les hablas
en parábolas?». Él les respondió: «Es que a vosotros se os ha dado el conocer
los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se
le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni
entienden. En ellos se cumple la …
Yo no tengo sino
palabras de agradecimiento, de asombro y misterio y de pedirle al Señor humildemente
que aumente mi fe cada día. Ante un mundo que se confiesa mayoritariamente ateo
y rechaza el Evangelio, me siento un privilegiado al experimentarme en la
presencia de Dios y caminar con Él abriéndole mi corazón e intentando responder
a su Palabra.
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