El único camino
que arregla la convivencia es el perdón. Pero, ese perdón exige que haya
arrepentimiento y buenos deseos de evitar volver a las ofensas. La ofensa nos
exige una respuesta que reprenda y corrija. Y el perdón exige buena voluntad y
deseo de arrepentimiento.
Ofender,
reprender, arrepentirse y perdonar son los cuatro verbos que conjugan nuestro
vivir de cada día. Y ante esta realidad inevitable a la que nos inclina nuestro
pecado, Jesús propone un camino exigente de perdón fraterno. Posiblemente esté
ahí escondida la cruz de nuestra vida, bien porque mal conjugamos esos verbos
que utilizamos sin caer en la cuenta, o bien porque nos dejamos arrastrar por
las seducciones o los dioses que nos propone el mundo.
De cualquier forma
nuestros actos están sujetos a escándalo y eso nos obliga a mirarnos interiormente,
a ser prudentes y a pedir la sabiduría para reprender, para arrepentirnos de
nuestros pecados de escándalo, a perdonar y a acoger la misericordia de nuestro
Padre Dios que nos perdona.
Es evidente que para mantenernos en esa actitud misericordiosa necesitamos fe. Una fe confiada en la Infinita Misericordia de Dios que, primero nos perdona a nosotros y que espera que también nosotros correspondamos perdonando a los demás. Y bueno, muy bueno sería tener en cuenta que cada vez que somos capaces de perdonar, también nosotros somos perdonados. Esa toma de conciencia nos puede ayudar mucho a acrecentar nuestra fe y a crecer en misericordia.
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