La necesidad de
anunciar lo bueno nace de que no todos lo descubren y lo conocen, sino de la exigencia
de que ese bien llegue a todos. Precisamente porque ha sido dado a todos, sobre
todo a los más pobres y vulnerables.
Me refiero a que hay muchos que no sienten la
inquietud por preguntarse de donde han venido y a donde van. La lección que nos
dejan esos magos de oriente es su inquietud por buscar el sentido de sus vidas.
Solo así pueden descubrir el signo de la estrella que les indica el camino.
Hay algo que
palpita dentro de nosotros que nos mueve a buscar caminos de verdad y de vida.
¿Quién soy? ¿De dónde vengo y a donde me dirijo?, son preguntas que laten
dentro de nosotros. Sin embargo, y esa es mi experiencia, hay mucha gente que
no se pregunta nada, o en su defecto miran para otro lado para no complicarse
su vida. De cualquier forma, mirar para otro lado descubre muy poco interés,
indiferencia o una ceguera muy grande.
Simplemente,
preguntarnos por qué celebramos este día de reyes, y el por qué de los regalos
nos daría una respuesta a nuestra inquietud de búsqueda. ¿Quién fue ese Niño
Dios que nació en Belén? ¿Por qué los magos venidos de muy lejos buscan
respuestas a sus vidas, a sus propios interrogantes y presienten ese nacimiento
del Niño Dios?
Y ante todo esto, ¿yo que me pregunto y respondo? ¿Estoy en esa dinámica, como los reyes magos, de buscar, de indagar donde está ese Niño Dios que ha nacido? ¿Y lo descubro dentro de mí y que, por la acción del Espíritu Santo, va haciéndome, y yo dejándome, hacer mejor persona, más misericordioso y generoso? ¿Celebro así esta festividad de la Epifanía del Señor o me quedo simplemente en los regalos?
¡FELICES REYES!
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