También a ti, como a mí, nos dice Jesús, a través de muchos Felipe, ven y verás. Igual sucede que tú, como también yo, no estamos muy seguro o desconfiamos, si no de Él, si de muchos que están con Él, y no terminamos por responderle o hacerle caso. Rompe con tus prejuicios infundados y sin fundamentos. La cuestión estaría en confiar más en Él, acercarnos como hizo, respondiendo a la invitación que le hizo Felipe, Natanael y escucharle poniendo atención a sus palabras y tratar de conocerle. Posiblemente nos pueda ocurrir como el mismo Natanael y terminar diciendo: «Rabí, tú eres el hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel»
Posiblemente
esperamos que Jesús venga con más poder, con más influencia y con la solución a
todos nuestros problemas de este mundo, tanto materiales como espirituales.
Quizás nuestra idea del Dios esperado es
un Dios fuerte y que nos dé la victoria y la solución a todos nuestros
problemas. De alguna forma ese es el contenido más frecuente de todas nuestras
oraciones.
Pero, los planes
que pensó nuestro Padre Dios van por otro camino. Quiso no armar escándalo ni
venir con poder. Quiso hacerse hombre, igual que nosotros, y sin influencia ni
poder. Mejor, humilde, pobre y pequeño. Quiso recorrer el mismo camino que cualquier
niño de este mundo, con sus mismas necesidades y problemas. Quiso ser tan
pequeño como cualquier niño de este mundo.
Posiblemente eso
nos ha despistado y nos ha ocultado el verdadero rostro de nuestro esperado
Mesías. Es evidente que teníamos otra idea e imagen del Mesías esperado. Pensábamos
en un Mesías fuerte, poderoso y arrebatador, y nos encontramos con todo lo
contrario. Y es que Dios ha escogido el camino del amor y la misericordia donde
realmente se descubre la verdadera intención del corazón – creado libre – del hombre.
Y es ahí donde tú, también yo, debemos encontrar nuestra respuesta.
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