Es de sentido
común que aquellos hombres, Pedro, Santiago y Juan no fueron los mismos a
partir de esa experiencia del Tabor. Y es lógico pensar así, pues la
experiencia del Tabor fue escogida por Jesús para animarlos, sacarles de dudas,
fortalecer su fe y ponerles en camino de conversión.
Quizás, tú y yo
hayamos pensado que si nosotros tuviéramos una experiencia como esa también cambiaríamos.
Pero, lo que no se nos ha ocurrido es pensar que, Dios, nuestro Padre, también
nos la ha dado, y nos la sigue dando cada día, a pesar de nuestra indiferencia
y rechazo. Dios, nuestro Padre, nos busca y nos ama con Infinita Misericordia.
Luego, ¿cómo no se va a preocupar por nosotros?
Posiblemente tú,
también yo, tengamos los ojos cerrados, dormidos en la oscuridad y no advirtamos
su presencia.
¿Cuántas cosas hemos
oído de Él? ¿Y le hemos hecho caso?
¿Cuántos nos han
hablado de Él, o nos han invitado a conocerle mejor y reflexionar sobre lo que
nos dice? ¿Y le hemos respondido.
Posiblemente
hayamos tenido muchas invitaciones a subir al monte Tabor, pero nos hemos hecho
los locos. Igual no como tú y yo pensamos o queríamos. Ni de la misma manera
que Pedro, Santiago y Juan pero, sí como quiere el Señor. Él sabe lo que nos
conviene y lo que necesitamos. Y la palabra o acción que nos puede ayudar. Otra
cosa es lo que nosotros buscamos, queremos y deseamos.
Todavía estamos a tiempo. Dependerá de ti y de mí. No esperes que otro responda por ti. Tienes que ser tú, y nadie podrá suplantarte. Tu cruz tienes que llevarla tú. La mía me corresponderá a mí. Nadie nos podrá suplantar. Eso sí, podrá animarte, darte algún empujón, y, lo más, acompañarte. Pero nunca a poner su hombro. El soportarla y cargarla te corresponde a ti. Es tu cruz, y el Tabor te animará a fortalecerte, llenarte de esperanza y bajar de nuevo al camino para seguir adelante.
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