lunes, 5 de agosto de 2024

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Hemos sido creados para amar. Y esa necesidad de amar desde una perspectiva de misericordia y generosidad. No podemos permanecer impávidos ante el sufrimiento de otros. Debemos preocuparnos y hace todo lo que está a nuestro alcance para ayudar al que lo pasa mal y lo necesita. Nunca olvidemos que Dios, nuestro Padre, hace lo mismo con nosotros.

Este milagro, llamado de la multiplicación de los panes y peces, es un signo más de la compasión y misericordia de nuestro Padre Dios. Se preocupa por nuestro bienestar, y enseña a sus hijos que hagan lo mismo. Es evidente, y no hay punto de discusión, que el mundo tendría todos sus problemas resueltos si todos actuásemos siguiendo las enseñanzas de nuestro Señor Jesús, el Hijo de Dios Vivo.

¿Por qué no es así? Es cuestión de que cada cual se haga sus propias preguntas y discierna sobre su actuación. Todos somos parte de ese mundo en el que vivimos, y de todos dependerá de que nuestra convivencia sea fraterna y misericordiosa. Si cada gota del mar se mantiene unida, el mar será grande y abundante de agua. Pero, si cada gota se mantiene separada e intenta ser su propio mar, el mar se dispersa y disuelve.

Tenemos referencias para mirarnos. Una, la primera y esencial: Nuestro Señor Jesús. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Siguiéndole encontraremos ese camino de fraternidad, de amor y misericordia entre todos los hombres de este mundo.

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