Jesús ha venido a
revelarnos el Amor Misericordioso de su Padre. Ese es su objetivo principal y,
para eso, ha tomado naturaleza humana, para siendo igual a nosotros, menos en
el pecado, anunciarnos que Dios es nuestro Padre y que quiere librarnos de las
ataduras del pecado, rescatar nuestra dignidad de hijos y compartir su Gloria
con todos sus hijos.
Para ello ha
enviado a su Hijo, Jesús, nuestro Señor, para anunciárnoslo y entregar su Vida,
como valor preciosísimo para el Padre, para el rescate por nuestros pecados. Y éste
es el momento de su presentación en su propio pueblo: (Lc 4,16-30): En
aquel tiempo, Jesús se fue a Nazaret, donde se había criado y, según su
costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la
lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el
volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está
sobre mí, porque me ha ungido para … «Hoy se cumple esta escritura que acabáis
de oír». Y todos …
Sin embargo, a
pesar de quedar admirados de lo que decía, esperaban que eso signos que había oído
que hizo en Cafarnaúm, lo hiciera también en Nazaret. Querían pruebas y signos,
lo mismo que sucede hoy. Muchos son los que piden razones, milagros, signos
para convencerse, pero esa no es la forma de actuar de Jesús. Él no trata de
convencer sino de que tú, como yo, tengamos confianza en Él y nos fiemos de su
Palabra.
Jesús no trata de forzarnos ni de convencernos, sino de proponernos que eso que buscamos, que vive y duerme en nuestro corazón – la búsqueda de la felicidad – está en Él. Y de que sólo la podemos conseguir entrando a vivir en Él. Por eso, sabiendo que esa es nuestra finalidad, nos la propone desde su Infinito Amor Misericordioso. Sólo nos pide, como la viuda de Sarepta y el sirio Amán que le dejemos entrar en nuestro corazón. Todo lo demás corresponderá por su cuenta.
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