Eso es lo
asombroso, la Palabra de Jesús viene llena de autoridad y poder. Y a todos los
que la escuchan los deja asombrados y admirados. Hoy, ya en el siglo XXI, nos
seguimos preguntando eso: ¿Qué Palabra es esa que habla con autoridad y poder?
¿De dónde le viene eso a Jesús?
Y nuestra
respuesta es, al menos la mía y la de muchos que conozco, incluso virtualmente,
la de que Jesús, el Señor, es el Hijo de Dios hecho Hombre. El encarnado en
Naturaleza Humana y enviado – por el Padre – a este mundo para anunciarnos el
año de Gracia, la salvación eterna gracias a la Misericordia Infinita de
nuestro Padre Dios.
Eso sí, también nos
cuesta entenderlo, pero no creerlo, por la Gracia de Dios. Porque, la fe es un
don de Dios que pedimos y suplicamos recibirlo. Y, llenos de pobreza y santo
temor, abrimos nuestros pobres y humildes corazones para que la Gracia de Dios,
por la acción del Espíritu Santo, recibido en la hora de nuestro bautismo, nos
invada y transforme nuestros corazones.
Y, hoy Señor, te
damos gracias por tener esa fe que nos ayuda a, no preguntarnos por esos misterios
que no podemos entender, pero sí razones y verdades que sí creemos y podemos
razonar y ver evidentes, como esos milagros que a través de la historia prueban
y testimonian tu presencia perseverante en nuestros caminos.
Comprobamos a lo largo de los siglos como Tú, Señor, Bien Absoluto, vences al mal. Y aunque siempre ese mal, espíritu inmundo – diablo - está presente en nuestras vidas y sociedades – guerras, terrorismo, envidias, venganzas… etc. Tú, Señor, terminarás por vencerlos. Esa es nuestra esperanza al comprobar que en todos los corazones de los hombres reina un deseo de hacer el bien. Y ese deseo llegará con tu venida, Señor, al final de los tiempos.
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