Marcos 14,12-16.22-26. El primer día de los Ázimos, cuando se... |
Muchas veces nos queda la duda de medir hasta donde estamos o debemos dar. Siempre pensamos que necesitamos guardar algo para nosotros, algo para prever situaciones límites o de improviso. Pensamos que siempre debemos guardar algo en provisión de lo que pueda pasar.
Nos parece lógico, por eso nos quedamos perplejos y confundidos cuando oímos cómo Jesús alaba a aquella pobre viuda porque entregó todo lo que tenía para vivir. ¿Cómo puedo dar todo lo que tengo? ¿Y de qué viviré yo?
Jesús, de quien únicamente podemos buscar luz, entregó todo lo que tenía también, hasta el punto de dar todo su tiempo, su dedicación y su vida. Nada se guardó para sí. Lo dio todo sin pararse a pensar si debía guardarse de algo para prevenir males mayores, o evitar situaciones complicadas. Fue claro y transparente, y siempre hizo la Voluntad del Padre.
Dar todo es estar en actitud de compartir, de implicarse de lleno con tu vida y tus bienes en arrimar el hombro al que lo necesita, al que te pide de corazón tu ayuda, al que no te miente y te habla y pide en verdad. Muchos se acercaron a Jesús, pero no todos fueron atendidos. El Evangelio nos habla de aquellos que se acercaron con fe, convencidos de ser atendidos y sanados.
Solo Jesús llega al fondo de nuestro corazón, y sabe de nuestra sincera actitud y verdad, y cuando eso se manifiesta así, su Misericordia no se resiste. Por eso, cada vez que nos acercamos a la Eucaristía, donde Él se ha dejado todo lo que tenía por nuestra salvación, tengamos la suficiente confianza de que seremos atendidos si lo hacemos en espíritu y verdad.
Señor, transforma mi corazón para tener la misma actitud que Tú me has demostrado y enseñado, y fortalece mi voluntad para que mi obrar y servir sea de total entrega. Amén.
Que yo pueda darme toda a ÉL de verdad, gracias un abrazo feliz día.
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