(Mt 4,12-17.23-25) |
Me sorprende la actitud de Jesús ante la noticia del encarcelamiento de Juan su primo. Me sorprende, porque pienso que nosotros ante una noticia así no actuamos igual. Supongo que protestaríamos y apelaríamos para que lo dejasen en libertad. Sin embargo, Él, Jesús, dice el Evangelio: En aquel tiempo, cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, se retiró a
Galilea.
Quizás hoy la Iglesia busca más poder y confía menos en la acción del Espíritu Santo. De todas formas, la manera de actuar de Jesús me interroga y me hace reflexionar. Jesús no usa su poder sino para curar y se queda al margen de las decisiones y actuaciones de los hombres. Por eso ocurren las cosas que ocurren y el mundo anda mal. Ese es el precio de la libertad, que el Señor respeta por encima de su intervención.
Y dejando la ciudad de Nazaret, fue a morar en Cafarnaún,
ciudad marítima, en los confines de Zabulón y de Neftalí. Para que se
cumpliese lo que dijo Isaías el profeta: «Tierra de Zabulón y tierra de
Neftalí, camino de la mar, de la otra parte del Jordán, Galilea de los
gentiles. Pueblo que estaba sentado en tinieblas, vio una gran luz, y a
los que moraban en tierra de sombra de muerte les nació una luz»
Me pregunto también cómo todo estaba profetizado antes de que sucediera. ¿No es eso una prueba fehaciente de su Divinidad? En Jesús se cumple todo lo profetizado y eso descubre su Divinidad, Señor de la vida y la muerte y de todo lo creado.
Y desde entonces empezó Jesús a predicar y enseñar el camino hacia el Reino de los Cielos.
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