(Mc 9,30-37) |
Es algo fácil de entender, pero muy difícil de aplicar a nuestra vida. Yo diría imposible si pretendemos hacerlo nosotros solos. Se hace necesario e imprescindible contar con la Gracia del Señor, y ahí entra de nuevo el poder y la necesidad de la oración, el único vehículo para suplicarlo y pedirlo al Señor.
Negarte es olvidarte de ti y tratar de hacer la voluntad del otro siempre y cuando no vaya contra la Voluntad de Dios. Es algo imposible desde nuestra naturaleza egoísta y apegada a nuestras propias apetencias. Se hace insoportable seguir al Señor en esas condiciones. ¿Cómo amar así? ¿Cómo sostener la unidad de mi matrimonio soportando siempre la voluntad de mi cónyuge?
No cabe ninguna duda que, también los apóstoles lo experimentaron, no podemos ni pensarlo. Solos estamos vencidos y el diablo se frota las manos. Necesitamos la Gracia del Señor, y esa es la razón del por qué está entre nosotros, y del por qué nos asiste el Espíritu Santo. En Él no hay problemas ni fuerza que nos pueda vencer. En Él podemos amar hasta el extremo de darnos sin condiciones a los demás.
Sólo te queda creerlo y probarlo. Yo ya lo hago y los resultados son satisfactorios. Hay tropiezos y fracasos, qué duda cabe, pero se avanza porque el Señor camina con nosotros, y el Espíritu Santo nos fortalece y llena de Gracia.
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