Tres son los grandes Personajes del Adviento: El profeta Isaías, Juan el Bautista y María. (Is 7,14b-15)
Mirad: la Virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel (que significa «Dios-con-nosotros»). Comerá requesón con miel, hasta que aprenda a rechazar el mal y a escoger el bien. Esta profecía hecha en el tiempo y muchos siglos ante del nacimiento de Jesús impresiona por su revelación y por su veracidad.
¿No es una prueba irrefutable el predecir el nacimiento del Señor con tanta exactitud? Y, en el momento preciso, seis meses antes de la Anunciación, María es puesta en conocimiento por el Ángel Gabriel del nacimiento de Juan el Bautista, quién ya desde el vientre de su madre Isabel anuncia la concepción del Hijo de Dios en el seno de María.
Juan viene con una misión, una misión concreta: Ser precursor del anuncio del nacimiento del Hijo de Dios. Una misión no mandada, sino propuesta. Lo mismo María, es invitada por Dios a ser la Madre de su Hijo. Ambos pudieron negarse y evitar pasar por esas cruces en sus vidas. Pero sabemos lo que ocurrió. Aceptaron la propuesta divina.
La pregunta flota en el ambiente. Y tú y yo, ¿aceptamos ser también precursores?
Juan viene con una misión, una misión concreta: Ser precursor del anuncio del nacimiento del Hijo de Dios. Una misión no mandada, sino propuesta. Lo mismo María, es invitada por Dios a ser la Madre de su Hijo. Ambos pudieron negarse y evitar pasar por esas cruces en sus vidas. Pero sabemos lo que ocurrió. Aceptaron la propuesta divina.
La pregunta flota en el ambiente. Y tú y yo, ¿aceptamos ser también precursores?
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