(Mt 17,10-13) |
Los discípulos, no entendieron las Palabras de Jesús pensando que se refería a Juan el Bautista. Quizás nosotros hoy gozamos de esa ventaja al tener a la Iglesia que, iluminada por el Espíritu Santo, nos va revelando la Palabra de Dios. Hemos rechazado al Señor, y lo repetimos muchas veces, de generación en generación, cuando le damos la espalda y no le reconocemos. Optamos por las candilejas y luces del teatro que el mundo nos ofrece y nos deslumbra, y como espejismos nos seducen falsamente hasta rechazarle y despreciarle.
A pesar de no ser nuestras voces de forma directa, también nosotros estábamos allí cuando aquellas voces gritaban, ¡crucifícale, crucíficale! Somos herederos de esa muerte, y continuamos matándole cada vez que infringimos su Voluntad. Las guerras y muertes, incluso la de muchos inocentes, no son indiferentes a los ojos de Dios. Se compadece y le duele que no escuchemos su Palabra y la pongamos en práctica. Dios nos abre sus brazos y nos espera.
Sólo, abandonándonos a su Gracia encontraremos el verdadero camino que nos enseña a amar. Pidamos esa Gracia con confianza, convencidos que el Señor nos infundirá su Amor y su Misericordia para que vivamos construyendo un Reino de Amor y de Paz.
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