viernes, 11 de diciembre de 2015

¡Y AHORA NAVIDAD!

Mt 11, 13-19

Este tiempo de Navidad me revuelve, me revuelve porque me siento atrapado en un mundo, este, mío, donde vivo y muchos, quizás la mayoría, proclaman algo que no entienden, y peor, no quieren entender. Experimento como un puñal en mi corazón cuando oigo felicitaciones navideñas desencarnadas de la realidad. ¡Felicidades!, pero, ¿felicidades por qué? ¿Ha ocurrido algo?

Porque dan la espalda al hecho de la venida y el nacimiento del Niño Dios; porque son indiferentes a lo que significa Navidad; porque lo único que están festejando es la lotería, la paga extra, las comilonas y el final de año que se acaba. Este año tendremos como telón de fondo las elecciones. Una cortina de humo que esconderá, más si cabe, el verdadero acontecimiento que provoca esta fiesta.

Realmente somos una generación disparatada, que justificamos nuestro proceder con razones escondidas en la hipocresía y la mentira. Sí, es bueno y necesario alegrarse y festejarlo, pero no porque es Navidad, sino porque la Navidad es el nacimiento del Señor, y todo debe estar centrado en su nacimiento. Él es el verdadero protagonista. Y te sientes impotente y atrapado. Sobre todo en la familia, cuando la fe no es compartida o se es indiferente.

Deseas gritar que celebramos el nacimiento del Señor, y que nos alegramos y hacemos fiesta porque el Señor nace y viene a salvarnos. Y compartimos con aquellos que no tienen porque el amor del Señor nos mueve y nos llena de Gracia y de gozo, no porque nosotros realmente lo sentimos. Podemos amar porque recibimos el Amor de Dios y porque somos perdonados por su Misericordia. Por eso existe la Navidad, no porque algunos la hayan inventados. Navidad es tiempo de salvación.

Jesús ya nos retrató:« ¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado’. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: ‘Demonio tiene’. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras».

Y realmente sucede así. Tenemos excusas y justificaciones para todo. La demagogia, diría, es el arte de escapar del atolladero cuando eres señalado por la mentira o la hipocresía. Nunca estamos conformes, y más cuando la Palabra de Dios nos compromete y exhorta a vivir en la Verdad y la justicia, y, por supuesto, en el amor.

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