(Jn 6,35-40) |
Jesús tiene una misión, hacer la Voluntad del Padre. No viene con otra intención ni misión, y se declara como el Pan de la vida, saciando el hambre a todo aquel que vaya a Él y quitando la sed para siempre al que crea en Él. Pero lo que ocurre es que le han visto y no creen en Él. Así sucede lo de su Pasión y Muerte.
La pregunta es: ¿Creemos nosotros en Él? Porque ocurre que hoy también continuamos matando al Señor cuando le rechazamos o matamos a muchos inocentes en el vientre de sus madres, en persecuciones o guerras. Nuestra fe debe de acabar con todo eso conflictos que ocasionan la imposición de los más fuertes sobre los más pobres y marginados.
La realidad de nuestro mundo nos descubre que una gran parte de la humanidad vive de espaldas al Señor y no se acercan a Él. O lo que es lo mismo, no creen en Él. Y así están siempre hambrientos y sedientos. Hambrientos de codicia, ambición, odio, venganza y muerte; sedientos de poder, de riquezas y de imponer sus voluntades sobre los demás sometiéndolos y esclavizándolos.
La realidad de nuestro mundo nos descubre que una gran parte de la humanidad vive de espaldas al Señor y no se acercan a Él. O lo que es lo mismo, no creen en Él. Y así están siempre hambrientos y sedientos. Hambrientos de codicia, ambición, odio, venganza y muerte; sedientos de poder, de riquezas y de imponer sus voluntades sobre los demás sometiéndolos y esclavizándolos.
El mundo está cansado de tantas guerras. Pasan los años y muchos nacen en la guerra y mueren con la guerra. Una vida en constante conflicto y enfrentamientos que no arreglan nada. El hombre experimenta que ese no es su destino, porque en lo más profundo de su corazón experimenta deseos de verdad, de justicia y de amor. Y la solución no es buscar la justicia o la verdad por su parte, porque no la tiene, ni la sabe aplicar. La solución es ir al Señor, porque Jesús nos espera:
Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día.
Es ese nuestro destino: "La Vida Eterna". Jesús lo sabe porque es el Padre quien nos ha regalado la Vida. Y Él, el Hijo, ha sido enviado a dárnosla. Todos queremos vivir en paz, felices y eternamente, pero la forma de conseguirlo no es haciendo la guerra por nuestra cuenta, sino acercarnos a Jesús. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día».
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