viernes, 9 de septiembre de 2016

LA SANTIDAD ESTÁ CERCA

(Lc 6,39-42)

Muchas veces damos y damos vuelta buscando la manera de convencer, de persuadir o de inquietar sin resultado ninguno, y nos desesperamos o desanimamos. No nos damos cuenta de nuestro error, porque el ejemplo y testimonio no lo tomarán sino aquellos que buscan y quieren dar testimonio de la verdad.

Indudablemente que hay ejemplos buenos, pero también malos. Aquí hablamos de los buenos, porque son los que el hombre busca y quiere. Nadie quiere ser víctima de lo malo, ni tampoco hacer daño, aunque tomado por el Maligno y contagiado por el mal, su corazón malintencionado de pecado, origina y causa daño. 

La santidad está cerca, porque cerca está el ejemplo de nuestro bien obrar. La cosa es simple, tratar de obrar siempre bien. Es decir, buscando el bien, sin mala intención y no queriendo para otros lo que no deseas para ti. Pero no sólo quedarse ahí, sino también tratar de hacer todo el bien que puedas en todos los instantes de tu vida y en todas tus relaciones. Hay mucho bien para hacer, y mucho depende de tu bien obrar. 

Muchas cosas no se harán si no las haces tú. Son las que a ti sólo te corresponden, tal y como ocurrió con aquellas cinco vírgenes necias, despreocupadas e insensatas que olvidaron sus alcuzas de aceite y perdieron la oportunidad de entrar por la puerta a la llegada del Novio. Pero procede ir bien acompañado y discernir de quien podemos dejarnos guiar. Para eso se necesita mucha humildad y dejarnos quitar la viga de nuestros propios ojos para, con nuestro ejemplo, ayudar a limpiar la brizna del ojo ajeno.

No hay que buscar ni desesperar, sino hacer lo que está bien, o, al menos lo que creemos que está bien. El Espíritu Santo sabe de nuestras intenciones y de nuestra rectitud. Posiblemente estemos equivocados, pero Él, que ve hasta lo más profundo de nuestro corazón, sabrá limpiar las vigas que nos impiden ver y ayudar a despejar las briznas de los ojos de nuestros hermanos.

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