No puede ser de otra forma. Somos semejantes a Dios aunque muchos no quieran hacer caso ni creerselo. Pero en lo más profundo de nuestro corazón hay un deseo irrefrenable de ser feliz y eterno. Basta con pararse un poco y, seriamente, hacer una pequeña reflexión. La vida está dentro de nosotros, y queremos vivirla gozosamente y que dure siempre. ¿De dónde nos viene ese deseo?
Y el mundo no nos ofrece eso que yace dentro de nosotros. La respuesta que buscamos la encontramos en Jesús de Nazaret. Él nos habla y nos promete esa Vida Eterna que deseamos vivir en plenitud. Y que ya la estamos viviendo si le abrimos nuestro corazón. El Reino de Dios ya ha llegado, está tocando la puerta de nuestro corazón y sólo tenemos que dejarle entrar y acogerlo.
La segunda venida de Jesús, la definitiva, será la confirmación final de nuestra acogida. Entonces nos acogerá y nos llevará con Él a esa mansión que nos prepara ahora. Pero lo hace para aquellos que le han reconocido y le han abierto su corazón. Es la hora, ahora, en este momento. El Reino de Dios está entre nosotros y tenemos que recibirlo, acogerlo y esperarlo.
Y lo hacemos a cada instante de nuestra vida cuando vivimos en el esfuerzo de hacer presente su Palabra y su Amor. Cooperamos a establecer el Reino de Dios en este mundo cada vez que nos esforzamos porque sea más justo, más solidario y fraterno. Y que haya paz entre todos los hombres.
Preparémonos para ese momento glorioso y definitivo; preparémonos para entrar en la Vida Eterna donde sólo habrá gozo y plena felicidad. Pero, preparémonos ya, ahora, en este momento. Abre las puertas de tu corazón y deja entrar al Señor. Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
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