viernes, 8 de diciembre de 2017

MARÍA CORRIÓ A VISITAR A SU PRIMA ISABEL

Lc 1,26-38
Con nuestra limitada y pequeña razón humana no podemos entender al Ángel Gabriel. Ni siquiera entendemos que es un ángel y como puede ser enviado. Todos nos resulta un cuento de hadas y difícil de entender. Imagino a aquellos agnósticos, a aquellos intrascendentes o sometidos a la sensualidad de las seducciones mundanas. Se tomarán esto como un cuento más literatura infantil.

Sin embargo, porque el Señor nos conoce, pues somos sus criaturas, pone la prueba y el testimonio de Isabel. Le dice a María, después de comunicarle todo lo que va a suceder, ...el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios».

Quizás no podrás creer lo del ángel y de más, pero ves que lo de Isabel es real. Juan el Bautista nace, y su madre no está en edad de parir hijos. Luego, esto deja la cosa más equilibrada. Juan es el profeta frontera entre el final del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, que inaugura el nacimiento del Señor Jesús. Y un personaje histórico, primo y contemporáneo de Jesús.

María, no se quedó pasmada, sino que pronto marchó a visitar a su prima Isabel con la intención de servirla en aquellos días previos al parto. Pero, la gran sorpresa, que imagino prevista por Dios y dejada como otro gran testimonio, fue la llegada de María. Isabel la recibe con admiracíón; el niño que lleva en su vientre, Juan, salta ante la presencia de Señor, en el vientre de su Madre, María. Ahora, podemos pensar, ¿acaso sabía Isabel lo del embarazo de María? Y, peor todavía, ¿como podía ella saber que aquel que llevaba María en su vientre era su Señor?

Podemos seguir pensado según nuestra razón, pero hay muchos detalles que hablan de la verdad de la Encarnación y del gran acontecimiento de la Anunciación. 
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-45En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!

Felices también todos aquellos que creen que se cumplirán las cosas que el Señor nos ha prometido. Sobre todo, la Resurrección.

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