Lo que nos aprestamos a celebrar esta noche nos habla de lo que sucedió hace ya más de dos mil años. Pero, esta celebración, a diferencia de las demás, no es algo que recordamos y celebramos, sino algo que es actual y Vive entre nosotros. Ese Niño-Dios, nació en este mundo, pero existía desde el principio de los tiempos y sigue vivo entre nosotros.
Por lo tanto, este acontecimiento que esta noche celebramos se realiza cada día en la medida que tú, y también yo, abrimos nuestro corazón y le hacemos hueco – posada – para que se instale en nuestro corazón, sea el centro del mismo y viva en nosotros transformando nuestro corazón en un Corazón como el suyo.
Celebrar la Navidad es, en consecuencia, tratar y permitir que ese Niño-Dios nazca en nosotros y – por nuestra parte – dejarle que se hospede en nuestro corazón y nos transforme, de ese hombre viejo instalado en el pecado, a un hombre nuevo con un corazón limpio, apoyado en la humildad, generosidad y en la pobreza de un espíritu en sintonía con la Voluntad de Dios.
Sabemos que lo que ocurrió impidió que Jesús naciera en una digna posada y, en consecuencia, se viese obligado a nacer en un pesebre. Nadie se prestó a darle posada. Supongo que tampoco lo hubiésemos hecho nosotros. Esa es la cuestión, hoy, pasa ese acontecimiento por nuestra vida, y nos preguntamos: ¿Estamos dispuestos, hoy, a darle posada al Señor? ¿Advertimos que Él es ese Niño-Dios que necesitamos y que nos salva? Si realmente esa es nuestra actitud y deseo, estamos celebrando dignamente la Navidad.
FELIZ NAVIDAD
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