Lucas 13, 10-17 |
Sin embargo
sucede, muchas veces, lo contrario. Aquel grupito de clérigos y jefe de la
sinagoga vivían indiferentes al pueblo. Eso sí, les imponían leyes y cargas que
probablemente ellos no cumplían. E, igual que ayer, sucede hoy. Los que
administran se olvidan de sus promesas electorales y subyugan al pueblo con
cargas que ellos eluden o pueden soportarlas por y con sus ingresos
desmesurados que obtienen del pueblo.
Parece algo insólito
comprobar que en muchos aspectos la ley protege más a los animales que a las
personas. De alguna manera se impone – metafóricamente hablando – la ley del sábado
a las personas. Hoy se quiere legislar como un derecho, el derecho – valga la
redundancia – a matar. A matar niños vivos en el vientre de sus madres. ¿Acaso
no es eso una ley del sábado transportada a nuestra época? ¡Y todavía mucho más
grave!
Jesús está siempre cerca. Y cerca del que sufre, del marginado, del oprimido y explotado. Porque, son ellos los necesitados y los que suplican ayuda y alivio. Y así, como narra el Evangelio de hoy lunes, libera de su enfermedad a esa mujer que llevaba dieciocho años prisionera de un espíritu que la tenía encorvada. Jesús pospone el sábado al bien de la persona. Pero, al parecer aquellos doctores de la ley, fariseos, saduceos e ilustres poco les importaba que las personas sufrieran o estuviesen enfermas. ¿Harían lo mismo con ellos mismos o con algunos de sus familiares o amigos?
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