Es de sentido
común que para encontrar la verdad hay, primero, que buscarla. O dicho de otra
forma, sólo aquel que está inquieto y en actitud de búsqueda, encontrará la
verdad. Porque, desde la monotonía, la rutina, la indiferencia, la justificación
y la actitud instalada en la comodidad y desinterés no encontrarás nada. Al
contrario, permanecerás siempre cerrado a la verdad aunque te la pongan
delante.
Precisamente, el
pecado contra el Espíritu Santo es ese, cerrar tu corazón a su asistencia, a su
iluminación, a su esclarecer la verdad. Y, sin la Luz del Espíritu Santo, las
tinieblas entrarán dentro de ti y tu vida permanecerá en la oscuridad. Es lo
que suele suceder cuando a todo lo proclamado pones siempre pegas y
justificación.
Porque, si te
dicen esto, respondes con lo otro; si tocan la flauta, no bailas; si beben y
comen, son unos comilones y borrachos; si dices, sí, tú respondes, no …etc. La perfección no está en hacer todo perfecto,
porque eso será imposible. Está en buscar amar y perdonar como nos busca y ama
el Señor.
Y en ese esfuerzo,
asistidos por el Espíritu Santo, encontraremos nuestro propio perdón y nuestro
crecimiento siempre inacabado de avanzar en buscar la perfección como nuestro
Padre Dios es perfecto.
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