Se trata de
confiar en el Señor, y la mejor y única manera es despojarse de toda aquello
que te pueda dar seguridad y tentarte a prescindir de Dios. Así se explica que
el Señor nos envíe de esta manera: Les ordenó que nada tomasen para el
camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino:
«Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas».
La fe se apoya y
se descubre en el camino de la inseguridad. Sólo Dios es mi seguridad y en Él
pongo todas mis esperanzas. Claro está que eso no significa que no busquemos lo
necesario para vivir y que trabajemos para conseguir lo necesario, pero el
criterio que Jesús nos da es que creamos en Él y, en Él, pongamos todas
nuestras prioridades.
Tener muy en
cuenta que tenemos que poner nuestra confianza en el Señor y en la buena
intención y generosidad de la gente que encontremos en el camino. De modo que lo
que luzca sea la Buena Noticia, es decir, el Amor Misericordioso de nuestro
Padre Dios, y todo sea por su providencia.
En caso negativo, Jesús,
nuestro Señor, también nos da la forma de proceder: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta
marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí
sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos». Eso nos
explica que encontraremos obstáculos, y quienes rechacen la Palabra de Dios. La
consigna es que no nos desanimemos sino actuar como el Señor nos indica.
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