martes, 2 de febrero de 2010

¡SEÑOR!, NO ME ARROJES LEJOS DE TU ROSTRO.


Hay muchas ocasiones que buscamos con ahinco y voluntad el rostro de DIOS, pero no parece que lo encontremos, y es más, nos parece imposible encontrarlo. Surgen muchas preguntas en nosotros y muchos deseos de ofrecimiento y disponibilidad, más nos quedamos quietos, paralizados esperando que el SEÑOR se nos haga visible, diáfano, presente, concreto, con una orden de mando a nuestra medida y alcance.

Son los momentos cuando manifestamos que estoy dispuesto a hacer lo que el SEÑOR mande, pero ¿qué hacer? No sé, exclamamos después, y nuestra cómoda espera, apoltronado en mi confortable sillón continúa desafiando la aparición de la Voluntad de DIOS.

Indudablemente, es mucho más difícil y comprometedor actuar según mi conciencia y de forma generosa, desapegada, desinteresada, solidaria... y ocupar el lugar del que sufre, del que vive la angustia de la enfermedad, de la desesperación, de la desesperanza... Es mucho más duro experimentar el dolor y el sufrimiento en carne propia.

Pero, también, más gozoso, más alegre y más feliz, porque detrás de esa experiencia dolorosa se esconde el experimentar mi propia muerte al egoísmo, al apego, a los intereses, a mi propio yo... y derivará en libertad, en sentirme desatado de muchas cadenas que me oprimían, que me sometían, que anulaban mi voluntad y, por supuesto, también la de DIOS.

Sólo la verdad nos hará libre, y la Verdad se encuentra en cada uno de nosotros, de tal forma que, cuando la dejamos salir y actuar según sus deseos más íntimos y profundos, encontramos lo que tanto buscamos. "la auténtica y verdadera felicidad que se encuentra en el Amor.

Como pista de reflexión y luz, les dejo esta clarificadora reflexión ( Catholic. Net) que nos enseña lo cerca que tenemos el Rostro de DIOS y la nitidez del deseo de su Voluntad.

En una ocasión un joven tuvo el deseo de subir a la cumbre de una montaña pues pensaba que ahí podría ver el rostro del Señor.

Preparó todo lo necesario, y un día al amanecer empezó su gran aventura; al llegar a las faldas de la inmensa montaña se topó con un anciano que vivía en una pequeña y vieja cabaña; éste al verlo le preguntó: “¿dónde te diriges con tanta prisa y entusiasmo?”.

El joven contestó: “A la cumbre de ésta montaña, pues en ella espero ver el rostro del Señor”.

El anciano le dijo: “Porque no te quedas un momento conmigo y me ayudas a reparar mi cabaña pues se está cayendo y como ves yo ya soy muy viejo y no puedo solo, y al terminar reanudas tu aventura”.

El joven contestó: “Disculpe, anciano, pero no puedo, se me hace tarde, pero al bajar con gusto le ayudaré”.

Después de un par de horas el joven llegó a la cumbre de la montaña, y con gran ánimo gritó: “Señor, ¿dónde estás? ¿quiero verte? ¿dónde estás?”, una y mil veces repitió las mismas preguntas pero no hubo respuesta alguna. El joven al ver su fracaso se retiró del lugar tristemente.

En su camino de regreso pasó de nuevo junto a la cabaña, que estaba completamente deshecha y el anciano ya no se encontraba en ella. Él sin darle mucha importancia, continuó su camino.

Al poco rato, encontró una iglesia y decidió entrar en ella y dialogar lo sucedido con el Señor. Ya frente al Sagrario exclamó: “Señor, esta mañana he buscado tu rostro y no lo encontré”. Y el Señor contestó: “Hoy, yo también te pedí ayuda…y no la encontré”

2 comentarios:

  1. ¡Qué gran verdad! Y cómo nos cuesta ver el rostro de Dios en los demás! Nos parece que tenemos que verlo allí donde nosotros creemos que está, y no donde el Señor se quiere manifestar. Abramos los ojos para que no pasemos a su lado y nos pase desapercibido.

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  2. Realmente, eligelavida, ¡cómo cambiaría todo si nos percatásemos de lo que ocurre a nuestro alrededor! ¿Y qué diferente sería si viéramos al que tenemos enfrente con los mismos ojos que lo ve JESÚS?

    ¿No te parece que, entonces, estaríamos escribiendo y gozando de paz, alegría, y felicidad?

    Gracias por tu compañía y tú compartir. Un abrazo en XTO.JESÚS.

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