Santo Tomás de Aquino comenta este pasaje del Evangelio diciendo: «Puedo ver gracias a la luz del sol, pero si cierro los ojos, no veo; pero esto no es por culpa del sol, sino por culpa mía»
DIOS nos regala a su HIJO, nuevo don, que es la Palabra viva en nosotros, y que en nosotros habla y nos interpela... La gran sinfonía musical de DIOS, en la revelación de su Palabra al hombre, es interpretada, desde el corazón de DIOS, al corazón del hombre por un único solista, JESUCRISTO, quien le da vida y vida de salvación.
DIOS nos habla desde nosotros mismos. Está en nuestras entrañas, en nuestro propio ser. No en vano, somos sus hijos, sus propias criaturas. Por lo tanto, toda manifestación de lo creado es fien testimonio de la Palabra de DIOS, y el hombre es su locura, su máxima expresión de amor. Por eso, nos regala a su HIJO hasta el extremo de morir por todos nosotros.
Debemos, pues, abrir los ojos y mirarle con fe, porque solo así seremos capaces de reconocerle como verdadero HIJO de DIOS. Juan Pablo II hablaba en el año 2000, en el encuentro con los jóvenes en Tor Vergata, del “laboratorio de la fe”. Para la pregunta «¿Quién dicen las gentes que soy yo?» (Lc 9,18) hay muchas respuestas... Pero, Jesús pasa después al plano personal: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Para contestar correctamente a esta pregunta es necesaria la “revelación del Padre”. Para responder como Pedro —«Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo» (Mt 16,16)— hace falta la gracia de Dios.
Necesito ser humilde, SEÑOR. Humilde para
ser capaz de reconocerte, de sentir que
sólo TÚ tienes Palabra de vida eterna.
Necesito, SEÑOR, abajarme, abandonarme
en tus Manos y confiar que TÚ eres
verdadermente el HIJO de
DIOS, porque TÚ lo
dices y tus obras lo manifiestan. Amén.
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