- Comentario de Mt 18, 21-19,1.
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que queramos ser perdonados, pero también comprendemos que si deseamos ser perdonados, nosotros deberíamos perdonar también. Cabe en nuestras cabezas ser perdonado, pero aunque sabemos que el ser perdonados nos exige perdonar, eso nos cuesta más.
Si tomamos conciencia que cada día le pedimos al Señor que nos perdone nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, se nos caería la cara de vergüenza por nuestros reiterados incumplimientos. Mentimos cada vez que rezamos el Padre nuestro.
¿Sería mejor dejar de rezarlo? A veces, supongo, lo habremos pensado, y muchos lo piensan de hecho, pero hay una cosa que no debemos perder de vista, la Misericordia de nuestro Padre Dios. Él, en su Hijo Jesús, nos ha prometido perdonar siempre que se lo pidamos y estemos arrepentido. De alguna forma depende de nosotros, así lo ha dispuesto Él, que nos dejemos perdonar.
También recordemos que nos dijo. "Pedid y recibiréis; buscad y hallaréis; tocad y se les abrirá".
De la misma forma, y en esa medida, nosotros debemos perdonar siempre que nuestro perdón sea aceptado. Por nuestra parte debe estar disponible y presto nuestro perdón a todos aquellos que, aún habiéndonos ofendido, estén dispuestos y arrepentidos de aceptarlo.
Sin embargo, experimentamos que para perdonar necesitamos la Gracia de nuestro Señor, porque por nosotros mismos no podemos. La parábola de hoy nos retrata tal y como somos, y en la del hijo prodigo sabemos como nos trata nuestro Padre. Por eso nunca debemos perder nuestra confianza en el Padre Bueno, y la esperanza de que con su Gracia podremos también perdonar nosotros.
Concedenos, Padre, la Gracia, por los méritos de tu Hijo Jesús, de tener la fuerza, el poder y la voluntad de doblegar nuestra soberbia y orgullo y aceptar como también ofrecer el perdón a los demás. Amén.
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