(Jn 3,31-36) |
La realidad está ante nosotros. Somos del mundo, pero no de y para este mundo. Pertenecemos a otro mundo, al Mundo de los hijos de Dios. Para eso ha venido Jesús, el Hijo de Dios vivo, para pagar, con su vida, el rescate por nosotros y abrirnos las puestas del Reino de Dios.
Es evidente que el hombre persigue la vida eterna, y eso, porque el Padre Dios sabe lo que quieren sus hijos, su Hijo único, nuestro Señor Jesucristo, nos lo ofrece en nombre del Padre: «El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo
tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida,
sino que la cólera de Dios permanece sobre él».
No se podrá decir más claro para que no haya ninguna confusión. El hombre, porque Dios así lo ha querido, tiene la llave de su propia salvación: "Creer en la Palabra del Hijo". Por eso, humildemente y conscientes de que no somos testigos dignos, suplicamos su Misericordia y proclamamos desde nuestra pobreza y en humildad que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios vivo, para que tú también creas.
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