(Mt 13,47-53) |
No hay otro lugar donde ir. Todos estamos llamados a entrar en esa red infinita que es el Reino de los Cielos. Allí todos terminaremos el recorrido de nuestro camino, pero dependiendo del cómo y por qué de nuestro camino, y según lo hayamos vivido, seremos cribados y separados a un lugar u otro.
Habrá una elección: los buenos que han vivido en la Voluntad de Dios, serán apartados para gozar de la dicha y la presencia del Padre; los malos, que han vivido según su propia voluntad o la de otros que los han dirigidos en la mentira y la perdición, serán arrojados al fuego eterno, y allí será el llanto y rechinar de dientes.
Son palabras muy duras y terribles, pero son palabras que Jesús ha pronunciado asegurándose de que lo hayamos entendido. Está todo claro y no podemos aducir confusión o que no lo sabemos. No perdamos de vista al Maligno que nos distrae y nos promete una falsa felicidad aparente apoyada en las cosas de este mundo, pero efímeras y caducas.
La advertencia es clara. El Señor nos habla claramente y nos previene del riesgo que corremos al no hacer su Voluntad. Sólo hay dos caminos: Buscar al Señor y vivir en la Verdad y el bien, o colocar nuestra vida en el precipicio de la muerte con las vanidades, riquezas y tesoros de este mundo que la esconden.
¿En que lugar estaré yo? Soy libre para poder elegirlo, y el Espíritu Santo está a mi lado para ayudarme a superar las dificutades que se me presenten en el camino. No tengamos miedo y pongamosno en Manos del Espíritu Santo, confiados en que ese es el camino de la verdad y felicidad.
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