(Lc 6,20-26) |
Cuando uno es rico, y hablo no solo de una riqueza material, sino de cualidades e inteligencia, las necesidades son bien pocas. Te sientes fuertes, dueño de ti mismo y capaz de hacer y deshacer tu propia vida. Confías en ti y te ves y sientes seguro.
No está el mozo para necesitar muchas cosas, y menos a Dios. Se hace muy difícil buscar a Alguien superior que te proteja y que te ayude. Tú solo te bastas. Al menos así lo sientes y lo crees. Las riquezas de todo tipo son autosuficientes y orgullosas. Difícilmente necesitarán ayuda.
Por eso, bienaventurados los pobres, los que sienten necesidades y carencias y buscan donde encontrar soluciones a ellas. Se necesita ser pobre para buscar y pedir ayuda. Se necesita ser pobre para llenarse de humildad, aceptar lo que se tiene, sufrir con los que no tienen y vivir la alegría en el dolor y sufrimiento de saber que vendrá un día donde la paz y el gozo eterno sea nuestra dicha.
Esa es la esperanza del creyente en Jesús. Porque Él lo ha dicho, y porque Él tiene Palabra de Vida Eterna.
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