(Lc 10,1-9) |
Sin embargo, el Señor es constante, eterno y su Amor no tiene límites. Continúa llamándonos y, con eterna paciencia, esperando nuestra respuesta. ¿Cuándo le vamos a responder? Es quizás la pregunta que el Espíritu Santo nos envía y hoy y nos mueve a responder.
Depende de ti y de mí. Ambos somos discípulos del Señor si nos esforzamos en seguirle. Estamos ya enviados en el lugar que vivimos: familia, trabajo, ambientes... Pero también podemos, si nos llama para otros menesteres, responder a la acción del Espíritu Santo.
Señor, dispón de nuestro inútil y enfermo corazón y transfórmalo en un corazón abierto, de carne, dispuesto a anunciarte con la propia vida y la palabra y, llenos de Ti, ser instrumentos de tu Amor.
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