(Lc 5,17-26) |
Eso
nos ocurre a cada uno de nosotros. Pensamos que sólo nosotros podemos
arreglar nuestra vida. Y aunque creamos que necesitamos a Dios, nos
comportamos como si nos bastara con nostros mismos. Y así nos va, nos
apartamos de Dios y nos resistimos a abrirnos a su interveción y a su
perdón.
Pensamos,
incluso, quien es este que se atreve a perdonar nuestros pecados.
Dudamos de su perdón y murmuramos contra Él. Eso lo hacemos cuando nos
enemistamos y le damos la espalda. Le estamos diciendo que no creemos en
su perdón y que Él no tiene poder para perdonar los pecados. Eso sólo
le compete a Dios, y Él no es Dios.
Nos
sorprendemos de todo esto, pero nosotros también actuamos asi cuando
rompemos nuestra relación y amistad con Él. Es más, no nos acercamos a
la Penitencia porque no nos creemos perdonados ni que Él tenga poder
para perdonarnos. Y podemos decir que si creemos, pero no damos un paso
hacia delante, y las cosas sólo se demuestran cuando se hacen.
Bien decía el Señor que no todo el que dice Señor, Señor... entrará en el Reino de mi Padre.
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