Todos llevamos la señal de precursor, porque en nuestro Bautismo quedamos consagrados como sacerdotes, profetas y reyes. Y como profetas estamos comprometidos a proclamar la Palabra de Dios, no sólo de palabra sino también con nuestra vida, hasta el extremo de entregarla por la Verdad.
Hoy, día de san Juan Bautista, su figura nos interpela y nos impulsa a cada uno de nosotros a ser profetas y responder a nuestro compromiso de Bautismo. Quizás, Juan, tomó conciencia de su misión de precursor y su grandeza se esconde en ese saberse elegido por Dios. ¿Por qué piensas tú, y también yo, que no hemos sido elegidos por Dios para dar testimonio de su Palabra? En nuestro Bautismo hemos quedado consagrados para esa misión.
Quizás sea que no nos lo habían dicho; puede que no hayamos tomado conciencia de ese compromiso, o también que nuestra fe está casi apagada. Posiblemente, esta sea una buena ocasión para reflexionar y tratar de responder a ese compromiso contraído. Compromiso que nace de nuestras mismas entrañas, pues el Bautismo es la puerta que abre el camino de esa felicidad eterna que todos buscamos.
Quizás en tu propia vida hayan pasado cosas y circunstancias que la han cambiado. Quizás no sepamos cual es nuestra misión u objetivo, o nos lo hemos trazado nosotros según nuestros propios intereses. Pero, seguro, tienes una misión, como también la tengo yo, de descubrir que dentro de ti está la huella de Dios y que en ella se esconde ese tesoro de gozo y plenitud eterna que todos buscamos.
Y, por eso, precisamente por eso, estamos todos llamados a proclamarlo con nuestras palabras y el ejemplo de nuestras vidas, cuyo frutos sean frutos buenos para el bien de todos. Es, pues, en el Bautismo donde recibimos esa Gracia del Espíritu Santo para, en, con y por Él, como Juan Bautista, dar testimonio de su Palabra.
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