(Lc 18,1-8) |
No hemos sido nosotros los que hemos elegido a Dios, sino todo lo contrario. Ha sido Dios quien nos ha elegido. Él siempre da el primer paso y nos ha amado primero y elegido entre sus hijos. Por lo tanto, no sería lógico ni tampoco tendría sentido común que, después de habernos elegido no nos hiciera caso, ni respondiera a nuestras suplicas y peticiones.
Jesús nos revela en esta parábola del juez injusto, el valor de la perseverancia. La insistencia es vital en la oración, y lo deja muy claro hasta el extremo de destacar la respuesta del juez, simplemente por quitarse a esa mujer de encima o temer que le pueda molestar e importunarle. Por simple deducción y sentido común, ¿no hará más nuestro Padre Dios que nos ha elegido para ser sus hijos? ¿Qué padre niega lo que su hijo le pide, más nuestro Padre Dios que lo puede todo?
Sin embargo, todo dependerá de nuestra perseverancia e insistencia que, por supuesto, estará alimentada por nuestra fe. El Señor nos atenderá porque es Él el primero que quiere nuestro bien y nuestra felicidad. Es el objeto de su Amor. Por eso, desde esa confianza debemos insistir y perseverar. Es posible que las cosas no se sucedan como nos gustaría, pero también es verdad que no somos nosotros los mejores e indicados para saber que realmente nos conviene. Dejarlo todo en las Manos del Señor es garantía de que será lo mejor que nos pueda pasar.
Pongámonos en Manos del Espíritu Santo, y dejemonos llevar por su acción. Iremos seguro por buen camino. Amén.
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