(Jn 21,1-14) |
Hay momentos que no sabemos qué hacer. El tiempo nos pesa y cada segundo nos parece una eternidad. Nuestras esperanzas no terminan por encontrar el camino, la paz y el lugar de la meta. No sabemos a dónde ir. Estamos perdidos y nos sumergimos en la pesca, en el deporte, en el alcohol o, quizás, la droga. Buscamos justificaciones que nos den esperanza y nos autoengañamos. Distorsionamos la realidad.
Porque lo real es que Jesús está vivo. Ellos, los apóstoles no lo sabían, pero nosotros, ¡por ellos! lo sabemos. Ya lo dijo Pablo en 1ª Corintios - 15, 1-8 -. Por eso, quizás, Jesús en estos cincuenta días, después de su Resurrección, se les aparece varias veces a los suyos para animarle, clarificarles sus torpes cabezas y prepararles para el mensaje de salvación.
Esta vez se les aparece en el lago Tiberíades. Habían salido a pescar, algo así como para matar el tiempo y aplacar su resignación. Al amanecer, después de no haber cogido nada, vieron a un hombre en la orilla, pero no sabían que era Jesús. «Muchachos, ¿no tenéis pescado?». Le contestaron: «No». Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor». Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se puso el vestido —pues estaba desnudo— y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.
Quizás, leer detenidamente con los ojos del alma este Evangelio nos puede, también a nosotros abrir los ojos. Quizás, comprendamos que también nosotros podemos echar, como Él nos dice, nuestras redes a la derecha de nuestra barca. La derecha de nuestra vida es el camino bueno, que, de torcido y perdido, se ha enderezado y ha encontrado el Camino, la Verdad y la Vida. Hágamoslo con detenimiento y disponibilidad:
Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar». Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres...
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