(Jn 14,1-12) |
Cada día este mundo nuestro está más descentrado y perdido. Se vive con mucha rapidez y alboroto. Las calles parecen ríos que llevan a las personas a desembocar en el consumo, en el disparate, en la materialidad, en la inconsciencia, en la despersonalización y en la desesperación a la muerte. Es un mundo donde la verdad queda atrapada en la oscuridad del sin sentido y la resignación.
Ante esta caótica situación, las Palabras de Jesús son un bálsamo de paz y esperanza: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino».
Sin ninguna duda, ¡qué maravilla y sensación de gozo y alegría! No se turbe vuestros corazones, porque no pasa nada. Yo estoy aquí, con ustedes y en la Casa de mi Padre caben todos. ¿Hay algún otro Mensaje más hermoso, más esperanzador y pleno de gozo y felicidad que ese? ¿Se puede decir algo mejor? No hay ningún problema, salvo el de tener confianza y confiar en Él. La fe nos da ese billete para esa Mansión que Jesús nos prepara.
Y de sus Palabras deducimos y entendemos que Jesús es Dios y Dios es Jesús. Y el único y verdadero Camino es Él. Además nos confiesa que también es la Verdad y la Vida. No podemos perdernos en este mundo lleno de tipejos, no con desprecio ni mala intención, sino, simplemente, con marcado énfasis en la diferencia existente entre aquellos, que se erigen en sabios y conocedores de la verdad, sin ser capaces de entender de dónde han salido ni de aumentar un pelo de sus cabellos. Y sin autoridad ninguna.
Sólo Jesús nos señala el verdadero Camino, porque Él lo es, y nos da la autoridad y el poder de hacer lo mismo que Él para, en su Nombre, alumbrarnos y alumbrar el Camino, la Verdad y la Vida.
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