lunes, 4 de diciembre de 2017

LO QUE IMPORTA ES EL AMOR

Mt 8,5-11
La fe mueve montañas, y aquel Centurión manifestó una fe de ese nivel. Confiaba en que Jesús, sólo con desearlo podría curar a su siervo, y, con esa intención, se acercó a Jesús. No se consideraba digno de que Jesús entrara en su casa. No era judío ni discípulo, pero confiaba en que Jesús podía curar a su siervo.

Pero, añadido a esto, lo que moraba dentro del corazón de aquel centurión era su amor por su siervo. Su preocupación era tal que nada le impidió buscar a Jesús y pedirle la curación de su siervo. Esa compasión y preocupación por su siervo se llama amor. Y cuando se ama, el Señor no puede quedar al margen. Muchos milagros se hacen por el amor y la fe.  Sí, verdaderamente, la fe y el amor mueven montañas.

Qué más podemos extraer de este hermoso encuentro del centurión con Jesús. Hay algo que destaca y que debe llamarnos la atención. Normalmente se ve que en las grandes empresas se enferma alguien y los jefes no se enteran. Quizás tampoco los compañeros inmediato. Y a lo más que llegan es a hablar de él y recordarle. Es verdad que la vida nos envuelve y nos lleva a velocidad de vértigo y no nos da respiro. E incluso, nos roba el tiempo, que lo quiere para ella. Una vida desenfrenada, rápida, casi inconsciente, consumista y productora.

Parece que no hay otros valores y mucha gente se muere en el anonimato, olvidadas y desahuciadas. Unos por ser mayores y otros porque la enfermedad les ha visitado. En este contexto real de la vida de cada día, sobre sale de forma significativa la actuación del Centurión. Un hombre con poder sobre otros, pero que sabe apreciar el servicio de sus subordinados y, en los momentos difíciles, tiene compasión de ellos. 

Y esa preocupación le mueve a buscar soluciones y al encuentro de ese Jesús de Nazaret, del que había oído hablar de sus milagros. Y se apura a encontrarse con Él y le pide la curación de su sirvo. El resto ya lo sabemos, lo que nos importa ahora es mirar para nuestro interior y palpar la intensidad y medida de mi fe y de mi amor. Y confiar que el Señor me los puede aumentar cada día.

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