Jn 17,1-11a |
Y ese momento culmina en la Cruz. Una cruz que se transforma desde este momento en una Cruz de salvación. Una Cruz que nos devuelve nuestra dignidad de hijos de Dios porque en ella Jesús, el Hijo de Dios, entrega su Vida para liberarnos de la esclavitud de nuestros pecados. Y nos devuelve la libertad de hijos de Dios y la capacidad de elegir ese camino, ¡que tanto buscamos!, de felicidad eterna.
Y hoy nos lo dice Jesús en el Evangelio de Juan - 17, 1-11a -: En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado... Su misión ha sido cumplida. La semilla ha sido sembrada y abonada en el corazón de lo hombres y ahora, para eso baja a nosotros el Espíritu Santo, nos toca a nosotros, abiertos a su acción, continuar nuestro camino ascendente hacia la Jerusalén celeste.
La fe es un proceso evolutivo, es decir, una fe que permanece parada deja de ser fe y será otra cosa. La fe cuando es fe verdadera, es decir, te fías y te dejas llevar por la confianza en el Espíritu de la Verdad, crece, se compromete, avanza y aprende en sabiduría y en verdad. Y eso se nota, se palpa y se ve. Tu vida queda marcada y visualizada en actos de verdadero amor en el compromiso por servir a los demás.
La fe es un proceso evolutivo, es decir, una fe que permanece parada deja de ser fe y será otra cosa. La fe cuando es fe verdadera, es decir, te fías y te dejas llevar por la confianza en el Espíritu de la Verdad, crece, se compromete, avanza y aprende en sabiduría y en verdad. Y eso se nota, se palpa y se ve. Tu vida queda marcada y visualizada en actos de verdadero amor en el compromiso por servir a los demás.
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