Jn 17,11b-19 |
La experiencia de nuestra vida y la de muchos nos enseña y descubre que el hombre y la mujer, por naturaleza, son egoístas. Y eso no porque lo deseemos, sino, porque esa es la impronta de nuestro pecado inserto en nuestro herido corazón. Un corazón endurecido y abyecto que, contaminado por el pecado, se entrega mal intencionado a la perversión, al poder y a la corrupción.
Esos egoístas son los dominadores o saqueadores modernos de este mundo. Son los que quieren dominarlo todo, poseerlo todo y saquearlo a sus antojos y caprichos. Es decir, a la satisfacción de sus egoísmos. Tratan de dominar el mundo, no con la fuerza, sino con la manipulación de las voluntades, con la satisfacción de la concupiscencia que esclaviza a muchos y con el poder de usar los vicios que debilitan las voluntades de los más débiles y les permiten dominar y saquear el mundo a sus antojos.
Y, los conocemos, hay muchos que exhiben su poder y hacen fuerza de sus galas. Jesús en el Evangelio de hoy le pide a su Padre que nos cuide: En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo... - Jn 17, 11b-19 - Se descubre una preocupación por los peligros que el mundo nos tiende y que, no siendo de este mundo, vamos a seguir en él. Y Jesús, siendo conocedor de este peligro, pide al Padre que nos mande un protector para que nos acompañe y nos auxilie.
Y nos ha sido enviado, el Paráclito - Espíritu Santo - para que nos auxilie y nos ayude a superar esas difícutlades y obstáculos que nos vienen del mundo y también de nuestro propio corazón contaminado y endurecido por las tentaciones que nacen en lo más profundo de nuestro corazón. Sabemos, ya hemos sido advertidos por Jesús, que el mundo no nos recibe con agrado y que nos van a poner resistencia y hasta a amenazarnos con dureza hasta el punto de que nuestras vidas peligren. Pero, confiamos en tu Palabra y en la asistencia del Espíritu Santo.
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