Es obvio que el espíritu de la ley persigue el bien. Una ley se establece y se legisla para regular las relaciones entre las personas en orden al bien, la verdad, la justicia y la paz. Pero, por encima de toda ley está siempre el espíritu de buscar lo mejor y el bien para el hombre. De forma que, la ley nunca puede ir en contra del bien, la verdad y la justicia.
Por tanto, no favorecer el bien del hombre y buscar su mejoría inmediata, es decir, hoy, y no mañana, es de sentido común y lo más lógico y natural. Porque, el hombre busca el alivio inmediato y no tiene ningún sentido dejarlo para otro día. Una ley que exija eso es un disparate ilógico que no entra en la lógica y en la cabeza del hombre. Y es eso lo que provoca Jesús en aquella ocasión en la sinagoga aprovechando que un hombre sufre parálisis en un brazo.
La pregunta es, ¿conviene o no curar esa parálisis del hombre hoy? ¿Por qué dejar para mañana ese dolor o impedimento físico? Una ley no puede, aunque no sea algo vital, impedir la mejoría de la persona hoy prolongándola para mañana u otro momento. No se puede anteponer y priorizar la ley posponiendo el bien del hombre. Y eso lo deja meridianamente claro Jesús delante de aquellos escribas y fariseos que buscan primero el cumplimiento antes que el bien del hombre.
No cabe ninguna duda que la ley está para respetarla y cumplirla en orden de servicio al hombre. Un servicio que conlleva el bien, la verdad y la justicia. El espíritu de la ley debe siempre buscar primero el bien del hombre. Es la intención de Lucas, dejar sentado que la ley debe siempre buscar y encontrar la verdad que beneficia y mejora la vida del hombre. Y Jesús lo descubre, lo anuncia y lo realiza.
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