Esa
fue la respuesta de María. Escuchó el anuncio del ángel Gabriel de parte de
Dios. Y abrió su corazón a ese anuncio y misión que el Padre Dios le encargaba.
Su conclusión fue: «Hágase
en mí según tu Voluntad».
Y así lo cumplió hasta terminar a los pies de la cruz junto a su Hijo.
El
testimonio y el mensaje, que nos deja la Virgen, de su vida es claro: escuchar,
obedecer y abrir el corazón para acoger el mensaje y llevarlo a la vida.
¡Claro!, nos damos cuenta, al menos a mí me sucede, de nuestra pequeñez y
debilidad. No cumplimos, ni siquiera nos acercamos a seguir a Jesús como hizo
la Virgen. Fue madre, pero también discípula y le siguió atenta a la escucha de
su Palabra y a vivirla en el día a día de su seguimiento fiel y obediente.
Es
evidente que nos cuesta y nos vemos incapaces de seguir al Señor al pie de la letra.
Por eso somos pecadores. Tomar conciencia de ello nos descubre que todo es
Gracia de Dios. Por eso, también descubrimos la necesidad de rezar y de
alimentarnos de su Cuerpo y Sangre – Santa Comunión – para fortalecernos en la
lucha de cada día. Pero, también necesitamos confiar. Creer en el Señor y sostenernos
en la esperanza de que perseverando encontraremos la fuerza para vencernos y
vencer al pecado que nos impide ser como nos gustaría ser.
María, también nuestra Madre, nos ayudará, no solo con su ejemplo y testimonio, sino con su intercesión como mediadora para que podamos ser fieles y seguir a su Hijo.
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