Al
parecer y según las visiones de la beata Ana Catalina Emmerick, María recorrió
varias veces el camino de su Hijo Jesús hacia el Gólgota y, parándose en cada
lugar donde Jesús se cayó o tuvo alguna incidencia, meditaba, limpiaba la
sangre y abrazaba ese lugar. Posiblemente, este camino de dolor y meditación
dará tiempo más tarde al rezo del Santo Rosario. Porque, en definitiva, el rezo
del Santo Rosario no es sino la contemplación de un momento y misterio de la
Vida de Cristo, nuestro Señor.
María,
que siguió, paso a paso, la Pasión, muerte y, unos días después, la
Resurrección de su Hijo, contempló con fe y esperanza ese camino de su Hijo que
le llevó a entregar su Vida en la Cruz. Y, meditando con fe esos divinos
misterios nos señala también a nosotros el camino hacia la cruz. Camino de
dolor, de esperanza y resurrección.
Confieso
que, aunque rezo el rosario todos los días junto a Berta, no me esfuerzo en
meditar ni contemplar los divinos momentos que componen los misterios de cada
día. Y, quizás, sea ese el compromiso que me señala el Evangelio de hoy, y para
el que pido fuerzas y voluntad en cumplirlo. Y que mejor que pedírselo a María,
Madre de Dios y Madre nuestra.
¡Madre, dame la fuerza, por la Gracia de tu Hijo Jesús, de aplicarme, esforzarme y concentrarme en contemplar y meditar cada paso, cada momento, de los misterios que componen cada rosario. Y que, esos momentos de cada misterio me ayuden a vivir más plenamente en tu Palabra y en tu Amor, Señor.
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