Mc 4, 35-41 |
Quizás ese sea el
reto, al menos yo lo veo así, del Evangelio de hoy sábado. Es evidente que
nuestra vida tiene otra orilla. Posiblemente esa orilla que has decidido formar
al separarte del cordón umbilical de tu familia o el objetivo que has tratado
de realizar desde lo más profundo de tu vocación y cualidades. ¿Quién sabe? La
otra orilla siempre está esperando nuestra respuesta.
Escuchar y
responder al Espíritu Santo esconde esa respuesta. Él nos dirá a qué orilla de
tu vida necesitas dedicar tu compromiso y tu tiempo. Porque, si tú no llegas
ningún otro va a llegar. Esa misión concreta nos la ha reservado el Señor para cada
uno de nosotros. Por eso debemos estar vigilantes, expectantes y a la escucha.
Y en actitud de disponibilidad. Dios no nos va a llevar a orillas inasumibles e
inabordables. Nos señalará una orilla a la que podamos llegar.
Eso sí, habrá
tormentas, tempestades y peligros. La lucha y esfuerzo serán condiciones necesarias
poque de ellas se extraen valor, madurez, valentía, paciencia y sobre todo fe.
Ante los peligros tu fe se fortalece pues es ella la que te mantiene firme y
confiado en el Señor. Experimentas, entonces, que tu barca se mantiene a flote
a pesar de las enormes olas, el viento huracanado y el peligro de ser abordado
y destruido. Experimentas que el Poder de Dios te sostiene a flote para que
llegues a la esa orilla de tu vida.
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