lunes, 24 de abril de 2017

BUSCANDO LA LUZ EN LA OSCURIDAD

(Jn 3,1-8)
Vivimos en la oscuridad. Nuestra vida camina en la noche, porque el mundo en el que vivimos está dominado por las tinieblas que se mueven en la oscuridad. Así, Nicodemo, magistrado judío, estaba sometido a la oscuridad, al miedo de que fuese descubriendo buscando la Luz en Xto. Jesús, el Señor.

Sin embargo, él reconoce que Jesús viene de Dios: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él». Pero tiene miedo de verse con Él a la luz del mundo, y acude a verlo por la noche, escondido en la oscuridad. Quizás nos ocurra a nosotros algo parecido, pues experimentamos miedo de confesarlo delante de nuestros amigos y nuestro círculo y ambientes. Queremos buscar la Luz, pero no salimos de la oscuridad mundana. Nos da miedo romper con ella.

Sólo hay una forma de hacerlo, y es renacer de lo alto. Morir a las tinieblas del mundo, sepultándonos con Jesús en la muerte, para renacer con Él a la nueva Vida que nos da el Bautismo al configurarnos con Xto. Jesús como profetas, sacerdotes y reyes.  Por el Bautismo morimos al pecado que no esclaviza y renacemos limpios de él a la Vida nueva del Espíritu. Eso es nacer de lo alto, morir a la carne, para vivir al Espíritu por la Gracia de Dios recibida en el Bautismo.

Y es que sólo la Gracia de Dios nos limpia y nos transmite la fuerza necesaria para vencer el poder de la carne y del pecado, que impera en este mundo. Por eso, de la carne nada bueno sale, sólo del Espíritu de Dios puede venirnos la limpieza de nuestro corazón y la fortaleza para, muriendo a este mundo, nacer a la Vida nueva de la Gracia.

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