Lc 16,19-31 |
Creo sinceramente que siempre ha habido ricos y pobres y que, probablemente, siempre lo habrá. La razón en la que me apoyo es que los talentos han sido donados de forma desigual, pero no injusta, y, mientras tú has recibido tres, otros han recibido uno. Todo con un objetivo, compartirlo en verdad y justicia y a los que les falte lo necesario lo reciban de los que les sobra. De esa forma habría un equilibrio y se establecería la paz y el orden. Y todo sería más bonito y hermoso porque sería el amor el que gobernaría nuestras vidas.
Ahora, la cuestión es enterrar esos dones o talentos recibidos, o no enterrarlos. Y eso está en consonancia en utilizarlos para provecho propio y de forma indiferente con respecto a los demás, es decir, con verdadero egoísmo, o, hacerlo mirando y preocupándose por los que tienen menos y sufren esas carencias primarias que necesitan para vivir dignamente.
El problema se esconde en los méritos que cada cual se agrega y, por tanto, los merecimientos que tienen o se desprenden de disfrutar de tus entendidas y merecidas riquezas consecuencia de tus sudores y esfuerzos. Para los creyentes, seguidores de la Palabra de Dios, todo les viene dado desde arriba, es decir de la mano de Dios. Sus talentos y capacidades les han sido regalados para ponerlas en provecho del bien común, o mejor, de aquellos que han recibido menos o les falta lo necesario. Por tanto, sus esfuerzos y trabajo deben tender a compartirlo con los que tienen menos y menos también capacidades de esfuerzo y de trabajo.
En ese compartir y en ese compromiso se verá la medida de tu amor y la capacidad de salir de ti mismo y darte a los demás. Entenderás que amar es la cuestión y que es así como te Ama tu Padre Dios y quiere que tú también ames. Porque, precisamente es ahí donde se esconde esa felicidad que buscas en otras cosas y que nunca acabas de encontrar. Y lo más importante, no sólo lo dicen tus palabras, sino lo corroboran tus hechos y obras.
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