Mt 20,17-28 |
Los apóstoles discutían sobre quien tendría más poder. Todos querían trepar, como normalmente expresamos hoy el ansia de subir y ocupar puestos relevantes. Nadie puede excluírse de esa apetencia ni de ese deseo de ascender en relevancia en su vida. Todos queremos mandar y dominar. Y de hecho lo somos, porque, cada uno de nosotros somos líderes en algún sector o faceta de nuestra vida.
Tenemos poder de dominio en nuestras familias, en nuestro trabajo, en nuestros ambientes o círculos sociales...etc. Los grupos se mueven como las constelaciones, muchos siguen lo que marcan uno o unos y la vida gira en torno a muchos líderes que dirigen los movimientos sociales, las modas, la economía y otros. Y todo dependerá de la actitud que cada cual tenga ante su poder de dominio. Es decir, hay quienes teniendo autoridad la utilizan como poder y dominio, lo que hacen es dominar y atraer a los demás para que le sirvan. Y los hay que hacen lo contrario, teniendo poder de dominio lo utilizan para servir y ponerse en el lugar de los demás y servirles.
Los primero es seguir los criterios del mundo. Era lo que en esos momentos hacían los apóstoles, pensaban en tener autoridad y mando sobre los demás, tal y como pidió la madre de los Zebedeos a Jesús. Y la actitud segunda es actuar con el criterio de Jesús: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».
Ahora, después de la escucha de este Evangelio y esta modesta reflexión, ¿cuál es tu actitud? La de servir o la de ser servido. Hay tela para rato y razones para rezar y pedir que nuestro corazón sea convertido.
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