Cuando te consideras pequeño estás disponibles a pedir perdón por tu pequeñez. Tu corazón se siente humilde y pequeño y abierto al arrepentimiento y a la misericordia y disponible a n permanecer en las caidas sino en actitud constante de levantarte por y gracia por la Misericordia de Dios.
Ser pequeño presupone ser humilde, porque, el pequeño primero es humilde. Precisamente, por eso, la humildad te hace pequeño, aunque tú te sientes grande. Y es esa humildad lo que te acerca a Dios y, por su Gracia te hace grande. Por eso, ser pequeño, ante los ojos de Dios te hace grande y te convierte en su preferido. Tanto es así que el mismo Jesús dice: «Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños.
Busquemos humildemente , en la humildad - valga la redundancia - la fuerza de nuestra fe. Una fe que se alimenta en las entrañas de nuestra pequeñez y nos invade de esperanza. De una plena esperanza de sentirnos queridos y perdonados misericordiosamente por nuestro Padre Dios.
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